El tesoro no siempre está en la X.

El 30 de agosto de 2024, el juez Alexandre de Moraes del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil ordenó el cierre de la red social X, antigua Twitter. Esto, resultado de que la red social se negó a bloquear 7 perfiles partidarios de Jair Bolsonaro y a pagar una multa por cada día que incumplieran la orden del bloqueo. Pero, el 8 de octubre, X cumplió con las órdenes del STF y pagó la multa lo que permitió su reapertura en el gigante sudamericano. 

Elon Musk, dueño de X, se vio obligado a nombrar un representante legal de la red social en Brasil, bloquear los perfiles partidarios de Bolsonaro y a pagar 5,2 millones de dólares de multa. 

La reactivación de la red social ha sido celebrada por millones de usuarios en Brasil, que es el sexto mayor mercado de X a nivel global. Sin embargo, durante el bloqueo y la posterior reactivación de la red los debates en torno al papel de las redes sociales, la soberanía de los Estados y la libertad de expresión se han mantenido vigentes. 

Para algunos, como Moraes, las redes sociales deben ser reguladas y la garantía de la libertad de expresión en ellas no debe haber cabida a la ilegalidad y la promoción de ideas antidemocráticas. Para Juscelino Filho, ministro de comunicaciones, se demostró que incluso las redes sociales deben cumplir la ley respetando la soberanía de los países. 

Aunque Musk expresó en múltiples ocasiones su desacuerdo con la decisión diciendo que era censuradora y acusó al juez Moraes de ser un “malvado dictador”, al final cumplió con las exigencias de la justicia brasileña. 

La situación en Brasil pone de manifiesto la tensión de las redes sociales frente a la regulación estatal. La reapertura de X no solo representa un triunfo para los usuarios brasileños, sino también un recordatorio de que las plataformas deben operar dentro del marco legal de cada país y que este debe al mismo tiempo cumplir con estándares mínimos de garantía de derechos humanos.

A medida que los debates sobre la regulación de las plataformas continúan, la capacidad de las redes para equilibrar la libertad de expresión con otros derechos e intereses se vuelve cada vez más importante.

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