TAYIKISTÁN, AMENAZAS GLOBALES REPLICADAS EN CONTEXTOS LOCALES

A nivel global, se están implementando nuevas políticas que restringen las libertades civiles, y particularmente, el ejercicio del periodismo. Desde leyes contra la “desinformación” hasta restricciones en el uso de redes sociales o vigilancia estatal sobre la prensa, el espacio para la libertad de expresión se reduce de manera alarmante en todo el mundo.
En medio del establecimiento y consolidación de regímenes autoritarios en distintas regiones del planeta, Tayikistán se convirtió en un caso crítico para la libertad de prensa y de expresión. En el gobierno de Emomali Rahmon, en el poder desde 1992, el país ha consolidado un modelo de represión sistemática que utiliza el aparato judicial, la vigilancia estatal y el control económico como herramientas para silenciar el periodismo independiente. Hoy, Tayikistán es el país con más periodistas encarcelados en la región de Asia central y uno de los más peligrosos para ejercer el oficio del periodismo.
El patrón es claro y se replica en múltiples regiones del mundo: procesos judiciales sin garantías, acusaciones de traición y condenas desproporcionadas en tribunales cerrados. La represión no distingue entre medios tradicionales, canales digitales o periodistas freelance. Aquellos que cuestionan el poder o reportan sobre temas sensibles como la corrupción o las protestas enfrentarán años de prisión. esta persecución ha sido señalada por organismos como Human Rights Watch como una amenaza grave y persistente para la libertad de expresión
Actualmente, al menos 14 periodistas han sido encarcelados en Tayikistán, varios de ellos en los últimos tres años. Casos como el de Rukhshona Khakimova, condenada por escribir un análisis sobre China; Ahmad Ibrohim, sentenciado tras denunciar corrupción; o Ulfatkhonim Mamadshoeva, activista y reportera condenada a 20 años, ilustran la dimensión del problema. Otros nombres —Daler Imomali, Khushom Gulyam, Zavqibek Saidamini, entre otros— completan una lista que crece sin freno mientras el mundo observa en silencio.
En el foro reciente celebrado en Dusambé, capital de Tayikistán, organizado por la OSCE con apoyo de delegaciones europeas, la situación del periodismo en el país fue calificada como alarmante. “La libertad de expresión no es un lujo, es un derecho fundamental”, recordó Raimundas Karoblis, embajador de la Unión Europea en Tayikistán. Sin embargo, el panorama en el país refleja una sistemática criminalización de este derecho.
Según medios locales, los periodistas evitan investigar y publicar sobre temas políticos por miedo a represalias, al tiempo que medios como Asia-Plus lo siguen haciendo bajo constante amenaza.
Desde las protestas de 2022 en la región de Gorno-Badajshán, donde se reprimió a la población y se arrestó a periodistas como Mamadshoeva, la situación ha empeorado. La autocensura se ha instalado como mecanismo de protección y el ecosistema informativo ha sido reducido a lo que el gobierno considera aceptable.
A pesar de los llamados de la comunidad internacional por la liberación de periodistas y el cese de la persecución, la ausencia de sanciones efectivas ha dejado a las y los periodistas cada vez más aislados y en riesgo. La represión en Tayikistán no es un fenómeno aislado ni marginal, es un fenómeno que está proliferando en todo el mundo y que múltiples gobiernos a lo largo del planeta están aplicando y replicando. Esto es una advertencia global sobre cómo los gobiernos autoritarios entienden el control de la libertad de expresión como garantía de poder.
Mientras no se libere a quienes hoy están injustamente encarcelados por ejercer su derecho a informar, y no se garantice un entorno seguro y plural para los medios, Tayikistán seguirá siendo una advertencia de lo que ocurre cuando el periodismo se convierte en delito.